Náufragos
Se sienta solo, en un rincón de la cafería. Entre el vaivén de las puertas que dan a los lavabos y el paso continuo de las camareras con bandejas humeantes.
Absorto, mueve la vista de izquierda a derecha, una y otra vez. Sonríe. Entrecierra los ojos.
No escucha la algarabía de veinte conversaciones simultáneas, ni la opaca bulla del televisor. En realidad está muy lejos de allí, sentado frente al mar, entre las rocas. Cautivado por el estruendo de las olas que rompen tan cerca de sus pies. Siente el frescor de la espuma que le salpica la cara, le humedece la frente, se le escurre entre el pelo.
Y mientras un viento de sal le alcanza olores y sonidos remotos, él va abriendo los mensajes que algún náufrago dejó caer en las páginas del libro.
6 comentarios:
Esa absorción quiero yo, y convertir un libro en mar, un libro en cielo, en nube, en paz, en hielo. Un libro tal mil paisajes. Y, yo, náufrago en él, o pájaro, o esquimal, u oso. Un observador con largavistas.
Beso.
Que bello amiga. La verdad siempre es un placer leerte.
Besos
Graciela
Gracias, Gra; y, Manolín: habrá que escribir ese libro.
Besos dobles
¿Cuándo empezamos?
Que hermoso Inés emociona leerte.
También me emociona lo que tú escribes, Milagros. Besotes
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